viernes, 5 de agosto de 2011

Segundo año para un hallazgo


Por Emanuel Respighi

¿Quién no fantaseó alguna vez, por el simple hecho de vivir otras experiencias, con la idea de irse a vivir un tiempo a otro país? ¿Quién no se puso a imaginar cómo sería su vida alejado de su contexto cotidiano y de los afectos más próximos, en el seno de una cultura distinta a la que lo formó? Probablemente nadie quede afuera de este tipo de juego mental, al que alguna vez todos jugaron pero pocos se animaron, o pudieron, llevar a cabo. Tal vez ese sueño perenne en cada uno de los televidentes sea la explicación a la dulce adicción que generó la primera temporada de Clase Turista, el atípico programa de viajes en el que distintos destinos del mundo fueron mostrados por argentinos que, por diferentes razones, están viviendo allí. Un ciclo innovador que esta noche a las 22.30 regresa a la pantalla de Telefe, para corroborar en su segunda temporada que las buenas ideas, por más sencillas que parezcan, siguen siendo un elemento distintivo en la televisión.

Clase Turista surgió el año pasado como una de esas ideas chiquitas, que apareció tímidamente en la pantalla de Telefe, casi pidiendo permiso. Sin una gran promoción, el programa de viajes que se emitió los miércoles casi a la medianoche terminó, sin embargo, convirtiéndose en una de las gratas sorpresas televisivas de 2010. Al punto de que a las trece emisiones originales, luego se le sumaron otros trece destinos nuevos, e incluso Telefe terminó repitiendo algunos envíos ante las buenas repercusiones de público y crítica. Es que aunque los programas de viajes se convirtieron en un género televisivo en sí mismo, al punto de haber no uno sino varios canales de cable dedicados las 24 horas a la temática, Clase turista logró plasmar algo distinto a lo ya conocido por estas pampas.

Lejos de los programas que suelen acomodar su destino a las invitaciones o publicidades pagas de grandes cadenas de hoteles, ministerios de Turismo de aquí y el mundo o de productoras de festivales, Clase turista se distingue conceptualmente por no atar su contenido a ningún tipo de prebenda. El programa de Eyeworks Cuatro Cabezas tampoco utiliza la cámara viajera como excusa para que algún famoso haga su show (por lo general sin miedo al ridículo), con la paga de “irse gratis unos días afuera”, en un formato más cercano al ciclo de humor que al de viajes. Clase turista tiene la virtud de poner en primer plano los destinos del mundo que –por historia, diferencia cultural o belleza arquitectónica– fueron escogidos por la producción con la finalidad de abordarlos desde los ojos extraños, pero a la vez cotidianos, de los argentinos que viven allí y construyeron una nueva vida lejos de su tierra natal.

“En esta temporada el formato se mantiene porque creo que lo que termina de hacer atractivo a Clase turista es justamente que se trata de un programa de viajes que no tiene conductor, en el que otros argentinos como uno nos muestran los lugares en los que viven actualmente”, le explica a Página/12 Juan Pablo Pichetto, productor del ciclo. “Creo que el relato esté dictado por argentinos comunes, de carne y hueso que por diferentes razones tuvieron que seguir con su vida fuera del país, le da al ciclo una mirada diferente, en la que la ciudad se combina con las historias personales”, agrega el productor del ciclo que Eyeworks Cuatro Cabezas realiza para Chile, Brasil y Portugal, país europeo que en 2009 sirvió de punta de lanza para el desarrollo del formato.

El hecho de que los guías sean argentinos que viven en cada destino, le suma al televidente la posibilidad de conocer lugares de las ciudades que escapan al típico circuito turístico, permitiéndole descubrir pequeños sitios que hacen a la vida cotidiana, cultural y social de cada urbe. En este punto, el papel de los argentinos sueltos por el mundo que sirven como guías-cronistas es fundamental para que el relato se llene de matices y la ciudad elegida se aborde desde diferentes puntos de vista, logrando una aproximación más completa a las que habitualmente la TV por cable suele ofrecer. Cada historia personal de los cronistas por un día plasma una mirada diferente: no es la misma visión sobre una determinada ciudad la de un pibe de 20 años que la de una persona de 60. Tampoco la de alguien que llegó recientemente que la del que lleva largo tiempo de exilio y no piensa volver. En Clase turista, cuanto más distintos sean los cronistas, más rico se vuelve el contenido del programa.

“En la mecánica de trabajo, lo primero que elegimos en la producción de cada temporada es la ciudad a mostrar”, comenta Pichetto. “Hacemos una hoja de ruta en la que prioriza aquellas ciudades que se distancien de nuestra cultura. Obviamente, también incluimos las grandes ciudades del mundo, como Nueva York o París, pero en ese caso tratamos de mostrar otras cosas a las ya conocidas. A partir de pensar las ciudades, comenzamos el proceso de búsqueda de los cronistas a través de embajadas, empresas o amigos. Lo que intentamos es que cada ciudad se muestre desde tres o cuatro guías de diferentes edades, clases sociales, profesiones y gustos, a la vez que los motivos por los que hayan aterrizado en esos sitios se deba a razones distintas, desde cuestiones profesionales hasta económicas, o simplemente por ir detrás de un amor”, enumera el productor.

Así como en 2010 Clase turista recorrió 26 ciudades (desde Tokio a Bogotá, pasando por Jerusalén, Taipei, Ibiza y Ciudad del Cabo, entre otras), la segunda temporada hará escala en otros trece destinos. El vuelo del programa comienza hoy, a través de la guía de cinco argentinos, con su primer destino: Delhi, la ciudad más importante de India, con una población que supera los 15 millones de habitantes, que se divide entre la amplia y desarrollada Nueva y la pobre pero pintoresca Antigua. En los capítulos siguientes, Clase turista seguirá su variopinto recorrido por Milán, San Francisco, Ho Chi Minh y Estambul.

Fuente: Página 12