Lejos de la tele y todavía con la posibilidad de convertirse en el dueño de la Rock & Pop, se debate entre seguir en la espiral empresaria o lo que llama "la vida normal". Habla poco, pero cuando lo hace, no se guarda nada: el rock, la adultez, la paternidad y la radio, según Mario Pergolini.
Conocí a Pergolini en los delirantes '80, en el salón VIP de una discoteca temible dirigida por unos encantadores facinerosos, que se llamaba Halley y estaba sobre la calle Corrientes a pocas cuadras de Callao. Allí tocaban las bandas de rock que luego se convertirían en las más importantes de los '90. Había peleas y hasta tiroteos. En el salón VIP se juntaban algunos de los hombres que se iban a convertir en los asesinos del periodismo radial y escrito, los actores y directores que iban a matar definitivamente una forma caduca de visualizar el teatro, el cine y la escritura. Mario y yo hemos participado de veladas de merca y dureza en ese VIP jugando a la perinola por alguna dosis. Su paso por el consumo de drogas fuertes fue breve pero extremo. No era un hombre destinado a incendiar químicamente su conciencia. Mario Pergolini se transformó en el conductor de una manada de búfalos catódicos y radiales que derrumbaron, en pocos años, todas las viejas estructuras de transmisión. Hoy Mario, quien por primera vez en su vida se siente adulto, siendo un empresario que posee una incalculable fortuna, trata de decidir si asume definitivamente ese rol –el de la adultez– o si, por el contrario, inicia una nueva aventura empresarial en Rock & Pop.
–Hay ciertas miradas cristalinas en las que percibo un fondo inaudito de tristeza, me ha pasado mirando los ojos celestes de un asesino, de un sicópata, creo ver esa tristeza en tus ojos....¿de dónde venís vos?, ¿de dónde saliste?
–Es raro eso que ves. Vengo de la provincia de Buenos Aires, mi papá diseñaba máquinas industriales, inventó la Scheaffer, la famosa lapicera. Pero él era empleado, así que no se llevó los laureles. Mi mamá fue ama de casa en un tiempo donde ser ama de casa era una profesión: esperar a los chicos a la hora de comer, que esté la ropa, exigirles que hagan los deberes. Yo terminé la secundaria y de hecho fui hasta la facultad porque había que hacerlo, sino me cagaban a trompadas. El último sopapo mi vieja me lo metió cuando yo tenía 35 años, ya estaba casado incluso, creo que le contesté algo y me dijo 'vos así no me hablás' y ahí mismo me dio.
–¿Cómo fue tu vida escolar?
–Una mierda, una mierda completa, no tengo compañeros que recuerde del colegio, me echaron de un colegio por pegarle a un director, repetí, encima seguí industrial como un pelotudo, una mierda, una infamia, fue peor que estar en la cárcel. No entiendo a esa gente que dice que volvería al secundario. ¡Ni en pedo!
–Y a tu padre, ¿cómo lo recordás?
–Mi papá está vivo pero hace muchos años que no lo veo. Hubo un hecho concreto que me separó para siempre de él. Fue un hecho familiar concreto que tenía que ver con los aprecios y los cariños y se quebró. Se quebró para siempre. Lo que más me dicen es: "Solucionalo antes de que se muera porque se va a morir y te va a quedar algo pendiente." Yo llevo cosas parecidas de él, me parezco mucho. Pero esa semejanza me llama la atención más en forma genética y no personal. Cómo es posible que a pesar de no haber compartido nada con él, terminé con un destino parecido. Es una rareza.
–¿Que clase de obsesión infantil o adolescente te lleva a la radio?
–Yo empecé a trabajar en la radio en el año 1980 o 1981, porque me pareció que lo que estaban haciendo en los programas de música estaba mal hecho. Me acuerdo de que me ratié en el colegio quince días seguidos para ir a la radio y empecé a trabajar en radio Belgrano, con mi teoría de que la gente no escucha música tal como ellos se la planteaban. Fui muy fantasioso de chico, demasiado fantasioso, lindando con la mentira dañina por momentos. Y me di cuenta de que la radio me oficializaba esas mentiras porque dejaban de ser mentiras y pasaban a ser fantasías en el éter y me sentía muy cómodo hablando solo, me di cuenta rápido de que podía conducir. En la escuela primaria, como me gustaba mucho la música, le grababa casetes a mis compañeros y yo hablaba entremedio. Yo sabía que era un sicópata, de alguna manera yo era un asesino, mi generación radial tuvo que matar a viejos locutores, a formas antiguas de transmitir, así que creo que maté a algunos. Los de Rock&Pop de los '80 fuimos muy frenteros. A veces digo que me metí tanto en el bocón que tiene que decir tanto, y sobre todo decir lo que piensa, que a los 45 años me cuesta un poco retroceder y decir: "Bueno, esperen... no es tanto lo que tengo que decir."
Fuente (& nota completa): Crítica