domingo, 25 de octubre de 2009

“Me utilizan y me dicen oficialista”

Al frente de CQC salió bien parada y le dio su estilo. Asegura que nunca autorizó su imagen para el spot del Gobierno sobre la Ley de Medios. Se reconoce de carácter explosivo, y que el humor la ayudó a sobrellevar peores momentos. A favor del ADN a pedido de Abuelas.
Al principio de año, cuando se supo que era la persona elegida por Diego Guebel para ocupar el puesto dejado por Mario Pergolini al frente de CQC, sorprendió a propios y a extraños. Aunque, asegura, a ella no (ver recuadro). Ernestina Pais venía de un 2008 difícil, donde había tenido que ponerse al frente de Mañanas Informales durante la enfermedad y tras la muerte de su amigo y mentor, Jorge Guinzburg. Una combinación entre fatalidad odiosa, esfuerzo propio y talento ante las cámaras la ubicaron en el ojo de la tormenta. Como ella misma dice: no era la primera vez. Hija de un desaparecido, de niña tuvo que afrontar la muerte y un concepto más ambiguo: la imposibilidad de constatar lo ocurrido, de cerrar una historia.

Hoy, casada con Alejandro Guyot, tiene un hijo, Benicio y continúa utilizando el humor como arma fundamental de supervivencia. Delante de PERFIL, habla con su marido. Cuando corta, informa: “Me dice que no tengo arreglo, y tiene razón”. Luego, lanza una de sus características carcajadas.

—Decís que estabas lista para “CQC” (ver recuadro). ¿Sos autocrítica?
Sí, soy terrible. En Mañanas Informales, de repente, una entrevista no generaba atención. Y a las tres horas yo estaba en casa, pensando en eso hasta que lo llamaba a Jorge y le decía “¡me equivoqué en esto!”. Pero es como que aprendí a evaluarme. Cuando empecé, yo salía con mi casetito, hacía la nota, después me ponía a editar, le ponía la música... Jorge me enseñó todo. Me empujaba a que yo supiera todo, a que aprendiese para que nadie me pudiese meter una excusa.

—¿Sos de excederte en la autocrítica?
Sí, cuando lo hago es cuando resulta inconducente. “Soy una mierda”, me digo. Si no hice algo bien en un programa, empiezo: “Soy una basura, soy una idiota”. Y eso no es una crítica. Una crítica es detectar que algo no funcionó y ver qué pasó. Una crítica despiadada no me sirve porque no hay nada para cambiar. Si soy una mierda, no puedo cambiar.

Empezaste de movilera con Guinzburg. ¿Qué te pasa al ver un tape de esa etapa y compararlo con lo que sos hoy?
En esencia, soy la misma kamikaze que en aquel entonces. Eso tiene mucho que ver con cómo es mi casa, donde son tan despiadados con la crítica... Pero no con la crítica de cómo te vestís, esas cosas. Me hacen críticas ideológicas despiadadas. Si yo me traicionara en algo, tendría a la guerrillera de mi vieja encima (risas). Muchas veces me dijo “no te vi a vos”, y esa es la peor crítica que me pueden hacer... En mi etapa de notera y en la de ahora, me veo a mí. Y eso en la tele no es bueno. No es bueno alguien que hace concesiones a cambio de un punto de rating. Si a mí algo no me inspira sentimientos, no te lo fabrico. Eso no quiere decir que no arme un personaje para el programa.

—Siempre das la imagen de una mujer enérgica. ¿Y los bajones?
Son tremendos (carcajadas). Lo bueno que tengo es que si me bajoneo salgo al instante. Vengo entrenada, la tuve que remar muchas veces. Yo sé que no voy a morir de una larga y penosa enfermedad: un día voy a ir caminando por la calle y me va a estallar la cabeza. No controlo, no me controlo. Digo lo que me sale y quizás después hago un chiste al toque a modo de disculpa por el exabrupto, por haberme enojado. Lo que aprendí es que, como trabajo con la palabra, no la uso en mi casa. Sé que puedo lastimar mucho. Es como un arma registrada. Trabajo con eso: sé que puedo dar vuelta un argumento, sé que voy a terminar teniendo la razón. Si discuto con alguien que quiero, tengo que tener un límite. Ahora soy más la puteadora, la que revolea y después de un rato me doy cuenta de que lo que pasa no es tan grave. Igual, no puedo evitar a la que explota, esa lamentablemente está.

—¿Qué te hace explotar?
No depende del hecho, no matizo si es importante o no. Cosas que para otros son muy angustiantes, para mí no. Hay que ver qué se dispara en cada uno. La otra vez Federica (Pais, la hermana) me hizo notar algo: mi viejo desapareció y a ella y a mí nos saca totalmente que las cosas se pierdan. Nos sacamos y decimos “¡las cosas no desaparecen!”. O lo que queda indefinido: si alguien me hace daño, hasta no entender por qué lo hizo no paro. Y debe ser porque de chica me preguntaba muchísimo “por qué me pasó esto”. Cuando me quedó guita en el corralito, no me puse a putear a los bancos: me quedé preguntándome “por qué me pasó esto”.

—¿Te costó mucho sobrellevar durante la infancia la desaparición de tu papá?
Estaba mi vieja. Es una mina insoportable, pero es una mina... Un avión. No sabía dónde estaba su marido, no sabía si la iban a boletear a ella y llevó adelante una familia. Tengo recuerdos muy felices de mi infancia. Pero quedaron cosas, obvio. Si yo estudié fotografía es porque no había fotos mías de chiquita: cuando mis viejos salían de una casa quemaban todo para que no los siguieran. No quedan registros, ninguna foto, ni de nosotras de bebas, ni de mamá embarazada. Pero mi vieja nos enseñó a reírnos de la desgracia sin esquivarla. No tiene sentido ignorar el dolor, te agarra por atrás.

—¿Te sentís en deuda con la memoria de tu papá?
No. Conozco muchos hijos de desaparecidos, que tenemos en común algo que nadie tiene: nos desapareció al menos un padre, y eso no lo puede entender nadie salvo nosotros. Nunca se cerró la historia y te acompaña toda tu vida. Ahora, conozco muchas maneras de procesarlo: el odio, la militancia, la construcción, la destrucción, los que creen que el padre hizo algo malo y por eso desapareció, la negación, ni hablar del tema. En algún punto, me pasaron todas esas maneras en distintos puntos de mi vida. Pero también está cómo me crió mi vieja. Tenía un gran sentido del humor. En casa había chistes... Un día del padre mi mamá decía “bueno, por suerte no gastamos en regalos”, y los de afuera no sabían si reírse. Era nuestra forma de hacernos cargo. No mentimos. Yo lo supe desde un primer momento. De todas formas, empecé negándolo, por supuesto. A los cinco años, me creía que papá estaba de viaje, y creí eso hasta que a los siete años me desperté y no podía mover el cuerpo: tenía una parálisis histérica. Mi papá no se había ido de viaje, lo habían llevado de viaje en un avión desde el que lo tiraron al Río de la Plata (esboza una media sonrisa irónica).

—¿Cómo tomás la polémica por los análisis de ADN compulsivos, cuyo caso más famoso es el de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble?
—Yo trabajo mucho con Abuelas de Plaza de Mayo. Bueno, el trabajo lo hacen ellas. Yo conduzco los actos de aniversario, estoy en contacto. Son mujeres que nunca dan un paso sin cuidar eso que tanto han estado buscando. Yo confío que el proyecto que existe es el mejor posible. Si vos me preguntás si es atroz que se le saque ADN a la fuerza a alguien, sí, es atroz, pero vivimos en un país en el que pasó algo atroz anteriormente. Si ellas llegan a un pedido de ADN, es porque en un 89% están seguras de lo que va a suceder. Si vos me preguntás, ojalá no viviera en un país donde hace falta hacerle un análisis de ADN a niños secuestrados. Porque esos chicos, hoy adultos, fueron secuestrados, y no debemos olvidarnos que lo que hicieron esos hijos de puta fue eso, un secuestro. ¿Viste que a veces hay que amputar una pierna para frenar la diabetes? Bueno, hay que cerrar la historia.

—Ultimamente has apoyado la Ley de Medios...
—(interrumpe) No, yo apoyé que hubiera una Ley de Medios de la democracia. Qué bueno que me hayas preguntado esto. Yo le di una entrevista a una ONG que no tenía identificación política. Ellos querían armar una página Web donde mucha gente opinara sobre si hacía falta una nueva Ley de Medios. Di la entrevista, y de golpe me utilizan en el spot y me empiezan a decir que soy oficialista.

—¿Vos no sabías eso?
¡Obvio que no! No era ni para televisión, sino para Internet. En la entrevista entera que me hicieron yo criticaba mucho el método que se siguió, y eso no lo pusieron. Yo decía que hacía falta debatir mucho, tomarse el tiempo que hiciera falta. Quería y quiero una buena Ley de Medios. Y como trabajadora, la quiero mucho más. Yo trabajo en un canal, pero si me peleo quiero tener la posibilidad de trabajar en otro.

—¿Cómo te sentís en relación a que el canal donde trabajás puede verse afectado en su composición accionaria?
Yo espero que la Ley se reglamente bien, racionalmente. Me gustaría que se opte por un método transparente, que despeje cualquier duda de que esto no se está haciendo para que los canales se los queden tres o cuatro amigos.

—Decías que vivís en un país que debe recurrir a amputar una pierna para detener la diabetes. ¿En ese país es posible la transparencia que deseás?
—(piensa largamente) Si nos ocupamos y presionamos todos, sí. Como siempre.

Por Diego Grillo Trubba
Fuente: Diario Perfil