sábado, 4 de abril de 2009

Vuelve CQC: habla Gonzalo Rodríguez

De notero a capo. La historia de un pibe de Balcarce que sedujo a Mario y a Cristina

El objetivo era, alguna vez, sacarles el Centro de Estudiantes a esos putos de la Franja. Alguna vez.

Estaban terminando los '80 y Franja Morada Secundarios ganaba todo en todo el país. También en la ciudad de Balcarce, y también en su mentado Colegio Nacional. Así que Gonzalo Rodríguez y un par de alumnos más crearon el movimiento Flúo 101, cuya sigla no quería decir absolutamente nada y cuya campaña se hizo a bordo de la chata del señor Rodríguez, quien con toda amabilidad la puso a disposición de la banda de su hijo. La propuesta de los flúos no tenía mucha sustancia ideológica que digamos: no estaban preocupados por la redistribución de la riqueza ni el alineamiento del proletariado. Más bien prometían cosas como que los recreos no comenzaran con un timbrazo sino con un tema de Depeche Mode, de Madonna, que uno de los flúos, el flúo Gonzalo, programaría día por día, recreo por recreo. Con mucho menos hemos hecho la revolución.

Si estuviéramos contando una película de Piñeyro, los flúo –que eran simpáticos y un poco rebeldes, y hoy serían, quizás, considerados antecesores lejanos de los floggers– hubieran ganado, y el Nacional de Balcarce hubiera arrancado los '90 bailando "La isla bonita", pero como la realidad nunca se parece a Caballos salvajes diremos la posta: que el Flúo 101 perdió, que fue lo que ocurrió finalmente. Apenas por cien votos, pero perdió. Y la Franja siguió en el poder. Y en los recreos siguió sonando el timbre.

Los flúo, entonces, dejaron la política y saltaron a la industria del entertainment, siempre a escala, siempre dentro de los límites topográficos de la insigne ciudad de Balcarce: habiendo perdido la batalla con Franja, decidieron ir por Braco, la disco del pueblo. Le hicieron competencia: se metieron en un boliche abandonado, medio clandestino, y organizaron sus primeras fiestas. Les fue bien. Les fue mejor que con la Franja. Empezaron a llenar el lugar y la gente se divertía más que en Braco. Y en Braco comenzaron a ponerse nerviosos. Total que, como en la política, como en el espectáculo, los grandes se comen a los chicos y si no, les compran el paquete accionario; así que el ex flúo Gonzalo terminó como deejay estrella de Braco, donde se dio el gusto de pasar "Personal Jesus" sin que nadie le impugnara los tracks.

Gonzalo, además de poner los discos, comenzó a animar la noche. Ya saben, el modelo del disc jockey de esa época, en el arranque de los 90, en Balcarce: el tipo que cacha el micrófono y pide manos arriba, palmas, palmas, palmas, elogia a las chicas, arenga. A los 18, tenía todo lo que quería: una fama módica en su pago chico, un trabajo canchero y muchas chicas que subían a ver cómo era la cabina. Aquí podría haber terminado la historia y hoy el pibe andaría en su propia chata pensando cómo subir los rindes de la soja. Pero no: hoy Gonzalo es Gonzalito y, después de diez años de notear en la calle, está sentado en la mesa del programa que lo vio crecer, que lo hizo crecer. Hoy, señores, Gonzalo, es coconductor de CQC.

Cuando termino el secundario tuvo que vérselas con ese ítem que los adolescentes porteños no imaginan y que en los pueblos cruza a cada generación: "Should I stay or should I go". Y a Gonzalo le había gustado, entre las muchas cosas que le habían gustado de su popularidad en la disco local, el asunto ese del micrófono, de su voz sonando en los oídos de todos, esa especie de aire. Así que dejó las bandejas de Braco y se vino con una idea: iba a entrar en el ISER y sería otro acreditado locutor argentino. Así que se preparó. Se presentó. Y falló. ¿No nos cruzamos en la farándula local con gente que ha intentado entrar y no lo consiguió, y que para no perder el año se puso a estudiar otra cosa, pero con la inalterada convicción de que el año que viene sí, el año que viene entramos de una, pero en el medio se entusiasma con eso que se puso a estudiar y cuando hay que rendir de nuevo el ISER dice: "No, el ISER es una mierda, te recibís de sujeto que dice hora, temperatura y el nombre de las canciones: ahora me enganché con DeporTea"? Bueno, a Gonzalito le pasó.

Lo que sigue es la peregrinación de un chico de veintipico que a mediados de los 90 recibe de sus padres balcarceños 150 pesos al mes, más algunos tapers con milanesas que hay que retirar un poco penosamente de los mostradores de la Terminal de Retiro, y que con eso se tiene que arreglar para vivir y no faltar a las clases de Alejandro Fabbri. Digamos que le va bien, que optimizando recursos de su heladera aprende a hacer empanadas de naranja, que a veces come. Se siente Hemingway descifrando los misterios de la tauromaquia cuando lo mandan a cubrir la Primera D durante una pasantía en Clarín Deportes. Se desconsuela un poco cuando le cortan los textos. Y termina en TyC, entrando por la puerta del Departamento de Prensa y llegando hasta la vertiginosa oficina de marketing, donde se va a quedar hasta que ya no quiera quedarse más. Después de algunos éxitos en el vertiginoso mundo de la comunicación institucional, como lograr que Clarín publique, junto a la grilla de televisión abierta, la televisación por cable de los partidos de la fecha, pidió aire. Lo mandaron a la calle a hacer notas. Primero fue para Palo y palo, después para Mar de fondo. Cuando en 1998 lo llamaron para cubrir deportes en Caiga Quien Caiga, el programa ya tenía tres temporadas y había pasado por ahí la primera generación de noteros, con Andy como referente de área. Ya había pasado Tognetti y un rato antes había llegado Malnatti. Desde entonces, Gonzalo Rodríguez dice que está exactamente donde quiere estar.

¿Cómo te enteraste?
Estaba en China, cubriendo las Olimpíadas. El año pasado. Y todos los días me metía en los diarios argentinos por Internet. De pronto leo un rumor: que yo podría pasar a conducir CQC. No me lo esperaba para nada. Igual, me quedé en el molde. Cuando volví, Cune Molinero, el productor general, me dijo que habían tomado la decisión de sentarme en la mesa junto con Ernestina y Juan.

¿Y vos?
Y, es un gran sueño cumplido, qué te voy a decir. Para mí es el mejor programa de la televisión argentina, y ahora resulta que voy a ser uno de sus conductores. Imaginate.

¿Por qué te eligieron?
Supongo que habrán valorado diez años de laburo en Cuatro Cabezas.

¿Alguna vez lo habías pedido?
No, nunca.

¿Sugerido?
Tampoco. Sí había soñado con esto muchas veces, pero íntimamente.

¿Qué tan íntimamente?
No se lo dije a nadie. Soñé también con estar en el centro de la mesa, ser directamente el conductor, cómo no lo voy a desear, del mismo modo que alguien sueña con pilotear un avión, algo más personal. Nunca me enrosqué con eso.

¿Te molesta el diminutivo perpetuo?
No, para nada. Mario me lo puso. Primero me decía Dientitos. Después, Gonzalito, y ahí quedó.

Hay tipos que arrastraron el diminutivo una carrera entera: Orteguita.
Pablito Codevilla.

¿Y este año? Es difícil.
Un desafío.

El más grande desde que intentaste desbancar a Franja Morada del colegio.
Sí, pero esta vez me va a ir mejor.

¿Tenés miedo?
No, nada, pura inconsciencia.

¿Y cuál es el plan?
Divertirme. Divertirnos.

Fueron casi cinco años de exclusividad presidencial que se terminaron cuando el gobierno llevó las retenciones al 40 por ciento y el conflicto con el campo dinamitó, entre otras cosas, esa situación controlada de la comunicación de los actos de gobierno. Después no hubo más remedio que entrar a dar conferencias de prensa, pero hasta ese momento, Caiga Quien Caiga en general, y el micrófono de Gonzalito en particular, habían sido los únicos viaductos de expresión pública que el ex presidente Néstor Kirchner y su actual presidenta y señora esposa habían elegido para decir las cosas que quisieran decir, que tampoco era tanto. Cuatro años, casi cinco, hablando nada más que a través de Gonzalito. Y Gonzalito iba, y Néstor le hacía chistes, y Cristina jugaba al romance, y el resto de la patria movilera, el resto de Argentina, miraba cómo un chico simpático de traje oscuro y anteojos negros se quedaba con la voz única de un presidente que había elegido no hablar con la prensa.

¿Por qué hablaban sólo con vos?
Mirá, si lo tengo que analizar de alguna manera, ahora con un poco más de distancia, lo que siento es que la llegada que tuve con la pareja presidencial se debió a la insistencia, a lo machacante que fuimos para perseguirlos.

Pero ¿por qué sentís que te hablaban, que elegían el programa para hablar?
Bueno, tal vez entendieron que era mejor atendernos que golpearnos, pero de todas formas eso habría que preguntárselo a ellos, qué cuenta hicieron que les dio para salir a hablar con CQC. Yo, de mi parte, sólo puedo decir que si el resto de los medios los hubiera corrido como nosotros los corrimos y los esperamos, hubieran conseguido las notas igual que yo. El único secreto fue la perseverancia.

¿Y de qué estaba hecha esa perseverancia?
De saltar vallas, de meternos adentro de un baúl para entrar a una reunión privada, de esperar doce horas en la puerta de la Casa Rosada o diez horas en un helipuerto esperando que lleguen. Ese fue nuestro único truco para conseguir una nota con Néstor o Cristina, y era un truco que podía hacer cualquiera.

Sí, vos tenías un formato de programa que por ahí un movilero de Santo Biasatti no tenía. Quiero decir, en tu caso, meterse en el baúl ya es la nota.
Sí, desde ya, y eso debe haber ayudado, pero no hubiéramos conseguido nada de ellos si no los hubiéramos corrido como los corrimos.

¿Sentiste muchas veces el filo en la mirada de tus colegas?
Tal vez haya odios no declarados, pero nunca tuve problemas.

¿Cuándo sentiste que tenías dominada la calle?
El día que lo sienta, cagué.


Por Alejandro Seselvosky
Rolling Stone Argentina

(EXCELENTE NOTA)